Por P. Sandro Jiménez (Parroquia Santa Cruz, Tábara Arriba, Azua).
¿Qué tal mis amigos? Aquí de nuevo. Gracias por aceptar la invitación y por la complicidad en este ratito de diálogo. ¡Que rápido va este año! Hoy, 25 de junio, ya contamos el día 176 del 2021. Bueno, ya tengo el café listo, hoy un poco amargo, para cuidar los niveles de glucosa. La palabra “palingenesia” me genera cierta afición y por eso la escribí en la puerta. Espero que la conversación no esté tan amarga como el café, aunque me parece que sí estará indigerible. Ustedes me perdonarán por esta vez y hasta 70X7, en regalo por mis 7 años de sacerdocio ministerial. El Pequeño Larousse ilustrado 2006, (de pequeño, nada), define “palingenesia”, como el retorno a la vida de un ser después de una muerte real o aparente.
¿No les parece a ustedes que algunos estamos medios muerto en vida, o medios locos? Muchos nos sentimos atrapados entre odio, escarnio, cinismo, resignación, agobio, hastío y desesperación. Frente a esos enemigos de la vida y de la felicidad, tenemos que dejarnos acompañar por ese Dios que el libro de la sabiduría llama “amigo de la vida” (Sb 11,26). En ese sentido, sin pretender hacer de la fe un proyecto meramente humano, también es verdad que necesitamos un poco de lo que los alemanes llaman “bildung”. Necesitamos cultivarnos más a nosotros mismos. Necesitamos conectar más el corazón con la cabeza y estos dos con el resto del organismo. (Ya le decía que estaría amarga la conversación. Perdón por lo pintoresco y exagerado). Ese sentido común entre los sentimientos y la razón, debe hacerse extensivo a las personas, incluso a los acontecimientos y a las cosas. Y para eso necesitamos volver a nacer, espiritual, moral y psicológicamente hablando.
A este café que estamos compartiendo, en lugar de azúcar, deberíamos ponerle más resiliencia, para que avive en nosotros la capacidad para superar esas circunstancias traumáticas que la vida nos presenta. Esa es tarea de cada día. Por eso hablo de palingenesia, porque es un regenerarse cada día, un caer y levantarse, un morir y resucitar, estilo el ave fénix. A esa palingenesia tenemos que aderezarla con nuestra fe de cristianos/as. En este sentido, lo cristiano debe reflejarse en lo humano y viceversa. La fe nos vinculará al sentido de la vida, a la realidad y la confianza, en Dios y en nosotros mismos. Antes de que el café se acabe, precisemos algunos puntitos, para quitarnos el amargo de la boca, o para intensificarlo.
1) Resucitar a la fe en el Dios de la vida y en su enviado Jesucristo. Tanto en el primer Testamento, como en el segundo, Dios se revela creando, amando, salvando, liberando y acompañando a su pueblo. Necesitamos volver a fijar la mirada en ese Dios amigo de la vida. Esa mirada de fe y confianza en Yahvé es lo distintivo del pueblo de Israel y lo suficientemente fuerte para avanzar por las noches oscuras de la esclavitud y la persecución del faraón. Jesucristo es el mejor antídoto, el alimento para el camino y la vitamina para el alma. El cual genera en nosotros motivos, dinamismos y transparencia de vida.
2) Guiados por el Espíritu Santo. San Pablo en su carta a Los Gálatas, nos llama a dejarnos conducir por el Espíritu de Dios, para no caer esclavos de los bajos deseos. Frente a esos enemigos de la vida y de la felicidad que enumeramos hace un ratito, Pablo interpone estos amigos: amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, modestia y dominio propio (Gál 5, 22ss). Es posible que la gran urgencia de estos días sea, volver a Jesús, creer en él y creerle a él. Dejar que su todo alcance nuestra nada, su riqueza nuestra pobreza, su vida nuestra muerte. Necesitamos dejarnos hacer discípulos y seguidores del gran maestro de Galilea. Ese ser discípulos determinará nuestras decisiones, acciones, motivaciones y disposiciones. Y con ello llegará un nuevo planteamiento de la vida, lo que en griego llaman un epistrefo, o sea, una nueva manera de pensar, de ver la vida. Es conversión, es palingenesia. Miren que bonito lo dice Hans Küng: Jesucristo es en su persona, con su palabra, con su acción y con su destino, una invitación: “Tú puedes”. Un llamamiento: “Tú debes”. Un reto: “Tú eres capaz”. Y por tanto un modelo básico de un nuevo camino en la vida, un nuevo estilo de vida, de un nuevo sentido para la vida. ¡Santo Dios, que hermosura! Mejor de ahí se daña. Un aplauso, por favor, para Hans Küng.
3) De la desesperanza a la esperanza. Para esa palingenesia, de la desesperanza a la esperanza, me parece que pueden ayudar un poco estas virtudes: humildad, amabilidad, paciencia, diligencia (fortaleza), generosidad (caridad), templanza y castidad. Descubrimos que la serena confianza en Dios elimina de raíz miedos, temores y dudas; evita focalizaciones psicosomáticas de situaciones conflictivas; llena de energía y sabiduría. Podemos aseverar que la esperanza genera sentido, plenitud y felicidad. El que está en Cristo, es una nueva creación; pasó lo viejo, todo es nuevo (2 Co 5, 17). Recordar que nosotros somos la suma del amor del Padre a nosotros y nuestra capacidad real de llegar a ser imagen de su Hijo.
Ustedes hablan más que yo. Mejor ahí lo dejamos. Cuidado por ahí. Es viernes y es 25, que peligro. No se dejen caer a tu….vaso.. Hasta la próxima.