Por Doris Romero
Pese a que somos conscientes que desde el origen mismo de la humanidad hemos vivido en constantes conflictos, no menos cierto es que la magnitud y la trascendencia de los que hoy vivimos supera los anteriores con creces.
El hombre cuya naturaleza fue concebida para vivir en paz, al mismo tiempo es generador de conflictos. Por ignorancia o por maldad los individuos trastornan la sana convivencia, lo cual desencadena en tragedia, luto y dolor. La Paz como ya hemos dicho en otros escritos es un constructo social, la materialización de la misma depende de cada sujeto.
Solo los ignorantes o resentidos sociales, procuran permanentemente estar en discordias, trivialialidades, y conflictos de toda índole.
Los resentidos no avanzan porque en procura de generar obstáculos para que otros puedan avanzar, pierde el valioso tiempo que pudiera destinar a su avance personal. Su labor es destruir no construir, se acerca a las personas con el supuesto interés de colaborar, pero en el fondo es apostando a que fracase para disfrutar la caída. Se inventa defectos en los demás que no existen pero que en él sobran, en fin es una amenaza para el éxito de cualquier proyecto.
La vida es la suma de todo cuanto vivimos, siendo así porque no aprovecharla para vivir en Paz y sobre todo para apoyar a los demás sin esos sentimientos destructivos.
Para cerrar esta primera parte de este artículo reflexivo citaré el proverbio japonés siguiente, abro la cita: “si no es correcto no lo hagas, si no es verdad no lo digas”, cierro la cita.
Amigo/a sin la construcción de una convivencia pacífica la humanidad está compelida a desaparecer.
Que hermoso es cuando podemos siempre contribuir para que vivamos más armónicamente, que hermoso es cuando de nuestros padres siempre nos dan buenas referencias y que triste debe ser para nuestros hijos/as cuando les digan de nosotros que solo actuamos en procura de destruir y dañar a los demás.
Quien escribe es educadora.