El humilde precursor de Jesús, San Juan Bautista

Por: Revdo. P. Jeysis Armando Pérez (Parroquia Perpetuo Socorro, Las Matas de Farfán, San Juan)

Hoy en el contexto de la celebración de la fiesta en honor a San Juan Bautista, patrono de nuestra Diócesis de San Juan de la Maguana y de la Catedral San Juan Bautista, enviamos nuestras felicitaciones a todos ustedes, amigos y amigas que nos leen a través de radiocorazonesdigital.com.

Empezar este escrito con las palabras de Jesús sobre Juan: “Entre los nacidos de mujer, no hay mayor profeta que Juan el Bautista; pero, el que es menor en el Reino de Dios es mayor que él” (Lc. 7,28).

No ha existido en la historia de la humanidad, un ser humano que haya obedecido a Dios y pase sin importancia o quede relegado al fracaso. Creo que Jesús al decir estas palabras que podrían parecer exclusivistas, nos quiere decir algo más, y es que cuando nos encontremos cara a cara con Dios en el cielo, no se nos juzgará por lo impresionante que fue nuestro trabajo o discursos, por cuantas fotos nos tomamos delante de aquellos rostros sufrientes y sucios o delante de viviendas caídas, no creo que eso sea tomado en cuenta, nuestras recompensas no estarán determinadas por estándares humanos, sino en aquellos que hacen la voluntad de Dios y lo obediente que fuimos para ejecutar todo lo que Él nos llamó a hacer. De ahí que San Juan de la Cruz nos dice: “Al atardecer de la vida seremos juzgados por el amor”.

Ese era Juan, el humilde precursor de Jesús, el que saltó en el vientre de Isabel cuando la santísima Madre fue a visitarle, el que allanó los caminos, el que dijo que no era digno de desatar las sandalias, el que no se ufanó de ser seguido, admirado y respetado por muchos, sino que dio crédito a quien lo envió. “Yo los bautizo con agua en señal de conversión, pero el que viene detrás de mí es más fuerte que yo, y no soy digno de llevarles las sandalias” (Mt 3, 11).

La humildad auténtica siempre buscará colocar a Cristo en lo alto y no al propio ego. El precursor entendió cuál era su misión, que no era ser el paralelo del que venía a bautizar con Espíritu y fuego, de aquel que era más grande que él. “Esta es, pues mi alegría, que ha alcanzado su plenitud. Es preciso que el crezca y yo disminuya (Jn 3, 26-30).

Él se regocijaba en la luz. Ese es el auténtico espíritu humilde que el mundo necesita, no creernos la luz, sino que nosotros absorbemos la luz de Cristo para iluminar el camino que llevan a otros al Señor, así lo hizo Juan. De ahí que el Santo Padre destacó el ejemplo de humildad de San Juan Bautista quien fue “enviado por Dios para testimoniar la luz”. Así lo señaló el Santo Padre al finalizar la Audiencia General de ayer miércoles 23 de junio, que se llevó a cabo en el patio de San Dámaso con la participación de muchos fieles procedentes de diferentes partes del mundo.

¿Sabías tú que puedes ser humilde como el precursor Juan? La vida de Juan fue una hermosa demostración de humildad y de lealtad inquebrantable a Dios, no quiso más que ser un simple hombre entregado a su cometido, que era anunciar aquel que nos daría un bautismo distinto, pero no solo eso, sino uno que venía para enseñarnos amar a los demás, sin importar raza, color, banderas o estatus económicos. Su humildad no se basaba en creerse el elegido, sino en llevar a Dios de una manera ordinaria y valiente. Juan era un hombre que sabía el papel que le había sido dado por Dios, y estaba determinado a cumplirlo. El papa Francisco nos insta a todos a que: “Imitemos el humilde testimonio de quien señaló al Cordero de Dios”.

El papa Francisco nos invitó a que su ejemplo sea “estímulo para nuestra vida, para que busquemos la amistad de Dios a través de la oración, y nuestro ejemplo pueda ayudar a llevar a Dios a los hombres y los hombres a Dios”.

Finalmente, mis queridos lectores seamos coherentes como Juan, en un mundo confuso tendremos persecuciones y rechazo, como la vivió Juan en carne propia, pero a pesar de todos los escollos que pudo encontrarse, Juan había cumplido con éxito la misión que le había sido dada. En las palabras de Pablo, Juan había peleado la buena batalla, terminado la carrera y guardado la fe (2 Timoteo 4.7).

Bendiciones mis hermanos!

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