Por: P. Sandro Jiménez (Parroquia Santa Cruz, Tábara Arriba, Azua).
Saludos amigos. Gracias a Dios, aquí estamos. Bienvenidos. Le confieso que estoy somnoliento. Anoche, un vecino se la pasó llamando a un tal Adony, cada dos minutos se escuchaba…Adoniiiiiiiii, y el loco de Adony no respondía. Y como el que lo aconseja pierde el tiempo, no le dije nada, para que no me canten aquello de “yo sé de la pata que tu cojea”. ¿Nos tomamos un cafecito? Venga, pongámosle un poquito de canela y media cucharada de cocoa. ¡Salud!
La pregunta que está en la puerta, amerita una aclaración. Moira es una derivación del verbo meiromai, que significa dividir y en su forma pasiva del pluscuamperfecto significa recibir una parte. En ese contexto es que pregunto cuál es tu Moira, o sea, cuál es tu herencia, qué ha recibido, cuál es la parte que te ha tocado. Somos la suma de lo que recibimos más el cultivo de lo recibido. No somos la suma de nuestras debilidades y fracasos; somos la suma del amor del Padre a nosotros y nuestra capacidad real de llegar a ser imagen de su Hijo. Recuperar tu herencia, tu Moira, te descubrirás capaz de transformar cualquier aspecto de tu vida espiritual, emocional y relacional, si sabes gestionarla.
¿Cómo va el cafecito? Acaba el vecino de prender su disco light y lo primero que escuché fue esto “si te molesta la bulla, múdate del barrio”. Qué le parece a usted. Pero nos damos un sorbo de café y retomamos nuestro diálogo. Te digo algo, parte de tu Moira y la mía, es lo que los teólogos nombran con los términos divinización, deificación y filiación divina.
¿Qué es divinización? Es la participación de la vida divina. Cuando el apóstol Pedro dice “por medio de Cristo nos han sido concedidas las preciosas y sublimes promesas, para que por ellas os hicierais partícipes de la naturaleza divina, (2 P 1, 4), está haciendo referencia a esa divinización. En ese sentido, en Mt 5,48 leemos “vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial”. De lo que se trata es de ser más lo que estamos llamados a ser. Aunque esto te parezca extraño, muchas veces vamos por la vida, ocupados en dañarnos a nosotros mismos, viviendo fuera de nuestro centro de gravedad. Lo humano ha perdido lo divino y se ha deshumanizado.
La deificación nos lleva a construir nuestras vidas desde los cimientos y convertirnos en lo que Dios ha querido desde un principio. Uno puede “vivir” desde las hojas, las apariencias, lo mediático. Pero realmente, estamos llamados a lo esencial, a redescubrir la maravilla que somos, a perder los miedos, hallar paz en nuestros corazones y adquirir fuerzas para gestionar las adversidades. Se trata saber gestionar el vacío y el dolor de nuestros corazones y emprender camino de abundancia hacia la satisfacción de nuestros deseos humanos y de fe: Ya lo dijo el maestro de Galilea “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia (Jn 10, 10).
La filiación divina, es un don que recibimos al confiar en Dios, que nos ha creado y desea completar su obra en nosotros. La filiación purifica nuestros deseos. En ese aspecto, lo que se dice de la divinización, que enmarca la piedad, la moral y el culto, aquí aplica muy bien a la filiación. Es llegar a reconocer, proclamar, algo superior a nosotros (piedad). Nuestra decisión de participar activamente en el orden moral divino (moral objetiva). Reconocimiento agradecido de nuestro ser de criaturas y de Dios, al que nos invita el Padre, nacido del amor, gracias a la obra salvífica de Jesucristo, 1 Jn 4, 18. (culto)
Finalmente quiero recodarte esto: Eres más de lo que salta a la vista. Consulta no a tus miedos, sino a tus esperanzas y sueños. No pienses en tus frustraciones, sino en tu potencial sin explotar. Que no te inquiete lo que has intentado, sino lo que todavía puedes hacer. Entonces conviértete en lo que estás destinado a ser. Descubre cómo gestionar y convertir tu debilidad en motor de perfección. No olvides: “Nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti, Dios mío” (S. Agustín) y “Nunca se tiene lo bastante de lo que en realidad no se quiere” (Mark Shea).
Un Abrazo fraternal que te reconforte.